A veces estamos tan fragmentados en tantos pedazos que para volver a recolocarlos todos en su sitio nos puede costar atravesar un continente entero. Los viajes físicos tienen la ventaja de ofrecernos metas claras señaladas a rojo sobre un mapa; los viajes del alma suelen ir sin brújula en el equipaje. El viaje ha sido sustancial a la narración. Desde Homero a Ridley Scott, los espectadores han vibrado en esa doble ruta simultánea por el paisaje y por el alma humana. En “Europa“ queremos explorar ese concepto de viaje y de reconstrucción interior a través del arte que, humildemente, practicamos: el teatro. Hemos decidido cruzar el viejo continente, con sus miserias y sus grandezas, acompañando a una familia que se reúne con un único objetivo: recordar y honrar a uno de sus miembros que ya se marchó. Nuestro objetivo es que el espectador se sienta como un viajero más, dentro de ese coche, y compruebe de primera mano que, a veces, hay universos enteros entre dos personas y apenas tiempo o espacio que nos separe de un vívido recuerdo. La tarea es titánica. Plegar una ruta de miles de kilómetros en un escenario, requiere de un estudio concienzudo de lo que el arte escénico y la dramaturgia puedan darnos. Ese ha sido nuestro cometido durante el proceso de investigación y montaje de este proyecto. Pero eso sí, contando en todo momento con la mayor de las herramientas posibles: la imaginación del espectador. Así que, abróchense los cinturones que partimos y, con suerte, al final del viaje, los trozos de nuestra maltrecha alma, quizás, hayan recompuesto ese puzle tan débil y quebradizo.